Una tarde del verano de 1880,
Wadsworth golpeó a la puerta de la casa de los Dickinson. Lavinia abrió
y llamó a Emily a la puerta.
Al ver a su amado, se produjo el siguiente
diálogo, perfectamente documentado por Wicher.
Emily le dijo: —¿Por qué no me ha avisado que venía, a fin de prepararme para su visita?, a lo que el reverendo respondió —Es que yo mismo no lo sabía. Me bajé del púlpito y me metí en el tren.
Ella le preguntó, refiriéndose al trayecto entre Filadelfia y Amherst: —¿Y cuánto ha tardado?. —Veinte años, susurró el presbítero.